martes, 19 de noviembre de 2013

Mis últimas 72 horas.

Me desperté la tarde del viernes, los libros se encontraban en el velador, me había dejado una nota con las cosas que se necesitaban comprar (no sé para qué lo hacía, sabía que a fin de cuentas jamás las terminaba comprando yo) Me levanté y salí a la terraza.
La vista era hermosa, lo que me gustaba de todo eso era que el paisaje nunca caía en rutina, siempre había un pájaro o una sonrisa lejana que cambiaba el transcurso de las horas.
Siempre fui ermitaña, recuerdo las veces que traté de integrarme en un grupo social, solían juntarse en números pares y yo era la que quedaba sola.
Claro que, dentro de esas juntas conocí a alguien…si, el chico de las notas.
Le gusta escribirme cosas antes de que yo despierte, sabe que me gusta leer y cree que esa es la mejor manera de estar presente, pues nunca está en casa (no lo necesario como a mí me gustaría) ¡Pero qué más da! Me gusta estar sola.

Es el segundo día y estoy en la terraza otra vez, esta vez un par de palomas pasaron revoloteando cerca de mí, alardeando, como si supieran que yo nunca tendría el coraje suficiente para salir de esta casa.
Me entré, preparé la cena y me fui a la cama, tal y como lo hago todos los días.

Es el tercer día, solo que esta vez sucedió algo extraño: no salí a la terraza.
Arreglé mis cosas y salí.
Sonó mi celular muchas veces, hasta que perdió la señal.
Ya no más notas, ya no más terraza.

Me despedí con una nota, que decía así:

“Querido mío:

A estas horas el que debe estar despertando serás tú.
El que comprará las cosas serás tú.
El ser humano espera por las cosas importantes, pero no puedo seguir esperando por algo que sé que no va a llegar cuando lo necesite.
Estas fueron mis últimas 72 horas de rutina.
Aprenderé a no mirar el mundo desde la terraza, sino que ahora me podrás ver tú desde allí.
Para obtener resultados distintos, hay que comenzar a hacer las cosas diferentes.
Yo miraré el mundo desde la vida, ya no quiero ser más el espectador.
Gracias por los recuerdos y, ¿quién sabe? Algún día nos volvamos a encontrar.
Venceré mi miedo a salir herida, pues sé que en el camino encontraré algo que valdrá la pena.
Hay que equivocarse para saber que lo estás intentando y yo jamás me equivoqué.
Logra tus metas ¿si? Puesto que el mundo se mira distinto cuando se está feliz”.

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